miércoles, 11 de julio de 2012

EN EL DIVÁN DE FROID...VIII




Buenas tardes.
Es bochornoso el calor que está haciendo. Sí, ya sé que estamos en pleno mes de julio y que posiblemente todos los veranos diga la misma frase. Pero lo cierto es que no soporto el calor, no puedo con él.
A ti te veo buena cara, eso indica que estás como pez en el agua ¿cierto?
Voy a acomodarme debajo del aire acondicionado, espero que no me de una apoplejía, que con la suerte que tengo sería lo más probable.
Esta mañana he ido a hacer la compra del mes al súper, esas compras que odio a muerte de lo cargantes que me resultan. El caso que siempre es lo mismo, no entiendo que me resulta tan insoportable. Empiezo por el mismo pasillo, echando al carro los mismos productos y termino en el otro lado del supermercado, con el carro hasta las trancas y los nervios de punta.
Eso sí, nunca encuentro nada nuevo.
Hoy precisamente necesitaba un bote de leche de coco para hacer el curry, sé que por aquí  no se encuentra, pero con todas y cargada de esperanzas me he acercado a un reponedor. Con cara de extrañeza me ha mandado a la sección perfumería. ¿¡Que!?
Por favor, yo no digo que el chico tenga que saber con que ingredientes se hace un curry, pero cae por su peso que si estoy en la sección “leche” para beber, no para aplicártela sobre el cuerpo,  eso le de alguna pista ¿hola?... Claro que igual me ha visto cara de idiota y ahora  el  que está pensando que la gente está p`lla, sea él. Que es lo más seguro.
En fin que como no quería irme a la otra punta de la ciudad para cómprala, me he decidido por una leche evaporada sin azúcar, que milagrosamente descansaba en una estantería a un metro por encima de mi cabeza. ¡Que esa es otra!
Con el carro hasta arriba, controlando que no se me fuera para los lados (hay algunos que tienen vida propia. Los carros me refiero) y esquivando a todo bicho viviente que se cruza por los pasillos mirando la mona pascua. He llegado a la sección cajas.
He buscado la menos ocupada (cosa improbable a esas horas) y he optado por la que he considerado más apropiada para la cantidad de compra que llevaba.
Delante de mí, un señor con tres barras de pan que estaba pagando en ese momento y, una señora que por encima le he calculado unos quince productos. Unos diez segundos después se ha colocado detrás de mi otra señora con un carro bastante más inferior que el mío y, mirándome con cara de cordero degollao.
Lo siento (he pensado)  llevo prisa, no la puedo dejar pasar delante. Si ve que su tiempo es limitado, póngase en otro lugar.
Creo que me ha leído el pensamiento, porque en cero-coma, ha cambiado la mirada de cordero por una que ponía los pelos de punta. ¡Vamos que ha dejado a la niña de exorcista en paños menores! Me ha faltado un tris para santiguarme y, creo que el mal de ojo lo llevo impreso en el tuétano en estos momentos.
¿Será por eso que viniendo para acá se me ha torcido el tobillo cinco veces?
No. Creo que tienes razón. Eso se debe a las aceras tan majas que tenemos. Le vamos a tener que poner un monumento al genio de obras públicas.
A lo que voy…
La señora que iba delante ha colocado sus productos en la cinta. Le han hecho la cuenta, le han ofrecido bolsas para transportarla y, con una gallardía increíble ha dicho que no. Pero un “no” sonoro, rotundo. Borrando de golpe la sonrisa de la chica de la caja.
Yo, esperaba que sacara algo donde meter la compra, pues tampoco. Ha pagado, le ha dicho a la chica de nuevo que no necesitaba ticket de parking, eso sí, lo ha hecho sin vocalizar y ha terminado de cargarse la compra encima.
El cuarto de queso manchego en el bolsillo de las bermudas, los guisantes congelados en la cintura (así fresquito, que con el calor apetece) el salchichón  colgando de una oreja, la mortadela sujeta con los dientes (de ahí que no vocalizase)  y los huevos debajo del sobaco y, se ha marchado por la puerta principal (que menos mal que son automáticas) más ancha que larga dejándome la sensación de estar viendo en vivo y en directo una secuencia de Ocean`s Sleven. Una donde un ladrón sale corriendo del casino con el dinero robado como si fuera un bebé. Del mamporrazo que le mete el de seguridad, se traga las muelas del juicio.
No te rías, joe…pos vaya terapeuta que estás hecho.
¡Uf!
Me voy a encender un cigarro, que ya sé que me dejas… ¿me acercas un cenicero?
Gracias, solete.
Te explico:
Entiendo que pagar publicidad  no es lo más correcto por barata que sea. Quiero decir, que aunque valga dos céntimos la bolsa, el simple hecho de llevar la marca del supermercado, quizá, eche para atrás.
Pero también hay que calcular que si no quieres pagar dos céntimos, coño, llévate bolsas de casa.
Además tienes que pensar que son biodegradables y encima están fabricadas con pasta de arroz. Qué, con la crisis que tenemos encima, igual a fin de mes puedes destilarlas y hacer una sopita caliente. En lugar de salir como si fueras un porteador del Nepal para luego dejar en la acera la docena de huevos hecha una tortilla.
Lo que se ha ahorrado por un lado, lo ha desperdiciado por el otro. Ni eso, que la bolsa como bien te digo vale dos céntimos, los huevos, bastante más. Por muchos principios que tenga una persona, ea.
Las cosas son como son… ¿a que sí?
Tú si que me entiendes…
Bueno, ya ha pasado la hora de mi desahogo emocional. Francamente estas terapias me están ayudando muchísimo. Eso de estar tumbadita, relajada, sin nadie que te contradiga, es como poco fabuloso.
Por cierto… ¿Y a ti quién te ayuda?
No arquees la ceja con esa ironía que sabes que tarde o temprano me lo tendrás que decir…
Me voy a seguir pasando calor y,  a no dejar de sorprenderme.
Un beso.



*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*

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