Todos los que tenemos hijos,
sabemos muy bien lo que es el amor incondicional, puro, limpio y absolutamente
profundo.
El sentido de protección aflora y
el bienestar de ellos pasa a un primerísimo plano por encima del de cualquiera y
del nuestro propio.
Aquí en este blog y con su
permiso por apoyarme en él, hay un artículo de Juan Tomás, que describe
estupendamente este sentimiento de padres a hijos. Merece la pena leerlo.
Por lo tanto, que un padre/madre
mate a sus hijos, es un acto tan antinatural como aberrarrante. Pero que,
algunas voces quieran justificar ese acto con los mal llamados “desordenes
emocionales” cubre ya cualquier expectativa de hasta donde la teoría de la
gilipollez se convierte en supina.
Hay dos motivos recogidos en las
actas de los siquiatras, por los que unos padres llegan a matar a sus hijos. Y
como todo en la vida, son tan dispares como lo somos los hombres y las mujeres.
Los hombres/padres que asesinan a
sus hijos lo hacen por la única razón de
producir el máximo dolor en la madre de esos niños, que por ende, es su pareja.
Las mujeres/madres, lo hacen
cuando sus hijos son un obstáculo para realizar la vida que ellas quieren.
Puestos a calibrar tanto un
motivo como el otro, desde luego, en su sano juicio no pueden estar, sufren una
dolencia de baja autoestima con algunos toques esquizofrénicos y cierta mezcla
de psicopatías. Pero no se nos olvide nunca, que estas personas han planeado y
ejecutado al mínimo detalles tan brutal acto. Y que después, han ocultado,
justificado y gritado su inocencia hasta clamar al cielo. Han conservado fingida
desesperación por la “supuesta” desaparición de sus hijos y han liderado las
pancartas de ayuda. Por lo tanto, los
desordenes no son tan claros como muchos intentan explicar.
El odio nunca ha sido un
desorden, sino un pecado. Y el pecado lo apaña Dios no un juez. Por lo tanto olvídense
del pecado y juzguen el hecho en sí, que es lo realmente importante.
Así que quitar pena de cárcel a
una persona con ese dominio de maldad a flor de piel, me parece tan demencial
como el mismo acto en sí. Ni reducción de penas, ni buenos comportamientos.
Pero ahora llega la segunda
parte: la manía idiota que tienen las leyes españolas y muchos españoles de proteger al delincuente.
¿Qué le puede pasar por la
cabeza, el corazón y el alma a esa madre que les han matado a sus hijos?
Pues poniéndome en su piel, aparte de un dolor insoportable, supongo que
unas ganas de venganza incontenibles.
¿Y que ocurre si levanta la mano
contra el agresor?
Pues que aquí ya no hay “desordenes
mentales” y mucho menos atenuantes. Aquí la ley cae con todo el peso sobre la “victima”
no sobre el verdugo.
¿Y esos niños que fueron con toda
la seguridad que un padre aporta, al matadero? ¿Qué sintieron? ¿Qué horror
vieron sus pequeños ojos antes de apagarse?
No hay justificación, no la hay…
Cadena perpetua es poco, muy
poco, para lo que realmente merece.
A veces me pregunto, de que están
hechos los padres y las madres que pierden a sus hijos en manos de cabrones de
esta clase. Los padres de las niñas de Alcacer, los padres de Marta del Castillo (todavía no ha aparecido) , los de Sandra Palos, lo de la
niña Belén, la madre de Ruth y José, para ver como salen impunes gracias a las
leyes españolas, que algunas son del siglo XVIII, mientras ellos llevan flores a una tumba, otros a ninguna parte y
reviven constantemente el informe macabro del forense sin levantarse en armas.
Por ellos y para ellos mi más
profunda solidaridad.
*Rocío Pérez Crespo*
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