Oleo de María Boohtiyarova
Doblegas mi voluntad ciñendo tus
caricias a mis razones, marcando el camino de este laberinto donde me
encuentro.
Poniendo dulzor en las retinas,
te escondes en la cara oculta y oteas, hasta saciarte, el
peculiar mundo que habito. Ese espacio anacoreta, de silencios y revelaciones.
Desatas los nudos que me sujetan
a la coherencia, a la sensatez de evitar tropezar con la misma piedra, más no
me resisto a tus encantos y ante tus ojos me descubro deseando…Un beso, un
abrazo, una mirada, un retrato…que más da lo que ofrezcas, si mis manos
estarán ahí para soportarlo.
Me venzo todos los días pensando,
que si Dios obró el milagro, quién soy yo para rechazarlo y en la misma lucha
interna, caigo y me levanto, hasta romperme entera. Y así, pegando huesos,
cosiendo nervios, me visto cada mañana con la piel ajada y el seso seco,
suplicando desde lo más honesto a lo más
ladino olvidar el nombre del que nunca será mío.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
Una historia revelada: un silencio que se comparte a gritos. Gracias, poeta!
ResponderEliminarMuchas gracias por estas visitas, ciertamente me hacen bien.
ResponderEliminarCarlos, José...besos.
Pd..José, estaré encantada de visitar su blog.