Se durmió la primavera entre mis
brazos con el último suspiro de esperanza. Calló la brisa, cesó la nana. Las
aguas vigorosas se tornaron mansas. Y yo, que nunca llegué a las siete cimas,
quise despertarla. La agité suavemente para desvelarla.
Abrió dulcemente los ojos, me
miró a la cara. Despacio, con una sonrisa en sus labios me dijo que la dejara.
La mecí dulcemente mientras
lloraba, añorando el color de los cerezos y el olor de la lavanda.
Al dejarla reposar sobre la tierra blanda, escuché a mi espalda el sonido
sofocante de una espada. Venia cortando vientos, altanera y gallarda. La mano
que la portaba, engalanaba su cuerpo con tonos naranjas.
Lo miré de frente, reconocí en
sus ojos mis lágrimas, en su boca mi sonrisa, en su cuerpo mi calma.
La tierra blanda protegió a la
primavera encerrando sus laderas en el pretérito de un sueño sin pausas y, a mí,
que tanto la amaba, me cubrió de ocres y me regaló otra confianza.
No volverán las mariposas a batir
luminosas sus alas, no. Pero ya distingo entre las chispas metálicas, la diáfana luz de otra alborada.
*Rocío Pérez Crespo*
Claro que volverán Rocío, solo que tardarán un poco más. Las mariposas regresarán con la nueva primavera, pero para eso queda todavía.
ResponderEliminarPreciosas palabras. Saludos.
Preciosidad de poema querida Rocío .. Maravilloso homenaje en dulces palabras ..
ResponderEliminarUn infinito abrazo repleto de cariño