Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso,
¡qué soledad
errante hasta tu compañía!
Pablo Neruda.
Miro y no estás. La eternidad me
envuelve con una sábana recia que araña mi dermis provocando dolor, supurando soledad. La
alegría de ayer se ha evaporado como el charco en la acera y, la ilusión
manifiesta que vistió mi corazón, es como las hojas amarillas de este angosto otoño que caen sin pedir
permiso, por pura costumbre.
Me digo que no es posible subir
tan alto y caer de golpe. Que la resistencia tiene su límite y ese límite no
soy yo, que los vacíos revuelven las tripas y amargan el paladar hasta trocar
la miel en algo parecido al sabor del vomito.
La realidad manda…
Y manda y ordena, que cualquier
camino que elija, tendrá una pared sólida que me impida llegar hasta ti.
Me empeño en pelear con el
destino, en arrancarle un mísero segundo que me sepa a sueño, donde me vea
plena, sin mascara, pronunciando un nombre que es mío. Porque lo siento tan mío,
como el calor de mi cuerpo o el olor de mis manos. Porque sé que el vínculo
creado es tan grande, tan poderoso que lo llevaré pegado a mi vientre hasta el
mismo día que expire mi vida. Con el último halito posiblemente cambiaré la
realidad tan brutal que soporto, por ese
sueño que tanto anhelo, que limpia y justifica el oxigeno denso que respiro.
Por fin serás libre para amarme.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
La ilustración es de André Khon, una genialidad, se mire por donde se mire.
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