Yo, también tuve manos pequeñas y
aquellas que me instruyeron fueron
artesanas en recoger la esencia cuando las suyas fueron tan chicas como estas.
Me enseñaron a caminar erguida, a
valorar todo lo que me ofrecía la vida, fueron sostén de tantas noches
perdidas, de caricias, de mimos, de alguna que otra regañina.
La herencia pasó con la soltura
que ofrece este circulo perenne de ancestros, de aros que se van tornado
enormes para dar cabida a los que llegan nuevos. Historias de leyendas, de aquel tío tan majo que murió
en la guerra, de la higuera en el patio de la abuela, los boleros en la tarde
de siesta, de esos limoneros que son el olor más rico de mi tierra.
Y ahora, aunque no se huelan,
aunque la fotografía en el recuerdo sea de colores sepia, donde los sabores se
han difuminado sentada en el rincón de la fuente de la hacienda, el color de
esas estampas, me lo han devuelto ellas. Aquellas que dieron luz a mi
existencia.
Conforme van madurando en su
entidad, me voy dando cuenta que hice el traspaso de lo que me entregaron…. Y sé, a ciencia cierta,
que algún día entre sus manos acogerán a otras más pequeñas.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
No hay comentarios:
Publicar un comentario