Edvard Munch El grito
Son pasos que se van acercando en
sutil desafío, contoneando sus talones sobre el desgastado granito. Un
desespero que brota en inesperada respuesta ante el escalofrío que azota la
espalda expuesta, trocando tranquilidad por zozobra, dejando un sudor frío en
la alcoba, unas manchas de agua que despiertan temblorosas.
Unas manos se agitan, unos ojos
se entornan, una boca se cierra…el cuerpo se agarrota.
Mil sombras se ciernen
expectante, rodeando el vital espacio que cobijas…la desesperación marca su
entrada, la valentía su huida.
¿Quién eres?...preguntas
asustada.
Y el silencio te llega con el
rugido de la nada, es un hueco negro abierto como alianzas que van dejando
círculos de miedo en su silente bocanada…te traga. Merma lo poco que aguanta,
las miradas ofuscadas y la osamenta descarada asiendo tu garganta…vómitos de
una mezcolanza que se quedan prisioneros en la traquea, ahogándote despacio y
creando telarañas que no te dejan ver la luz de la alborada…revientan las
entrañas en dolores de hambres, se retuercen los colores que forman tu mente,
todo es bruno… sin calma.
Y entonces aparece la respuesta
envuelta en fantasmas, la más temida, la menos lograda, esa que escuece…la que
no se espanta por más jaculatorias inventadas.
Soy tú conciencia hablándote a la
cara.
*Rocío Pérez Crespo*
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