Van llorando los valles, se enmohece la corola rojo de vida, va castigando el aire con el aroma de la raíz podrida.
Va dejando secuelas de unos lazos que obligan, un laberinto donde se pierde hasta el último hálito de alegría…es un rostro hilarante en un estulto gesto, donde el hastío se convierte en cuerpo y las ganas en sueños.
Se ha perdido el color del horizonte, en su lugar, una distancia trémula va tomando el relevo, dotándolo todo de intrigas, de dudas y desconciertos.
Mis ojos ya no ven nada, las manos que aprietan mi cuello eran antes caricias vehementes forradas de tiempo…ya no queda espacio para respirar pausadamente.
Todo se agita. Y giro y me elevo y doy mil volteretas; sin dejar de ser consciente que la espesura que me envuelve no tiene ni techo ni paredes.
El negro que oteo es solo un efecto óptico de una mente agotada, donde la razón queda relegada en pos de un amor ferviente.
Quiero correr…escapar de esta encrucijada que me tiene subyugada, sin beldad por ninguna de sus esquinas. Y encontrar el camino próvido, donde los valles no lloren…la rosa no muera y el aire traiga de nuevo tu nombre.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
(Imagen subida de la red)
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