Sé que volverá a tus brazos
al mendaz perfume que desprendes,
se sumergirá como una sirena
en las aguas negras de tu costumbre,
hasta que quede enterrada sin señas,
en la tierra blandía de su cerebro…
Y entonces ¿quién preguntará por su sangre?
¿Quién por la raíz oscura de su ombligo?
Pero a ti eso qué te importa…
Has roto tantas vidas que la soledad habita
en las costuras reventadas de tu vientre…
Y una vez más escucho la llegada de las olas
su voz, húmeda y fría,
se arrastra desde el pasado,
acercando mil horas sin recuerdo.
No queda luz en la
alborada, ni ojos que contemplen
las últimas lágrimas que caen incesante sobre
las aguas saladas de un mar que ya no hierve, de
esa Magdalena ferviente que cayó sin recatos
en tus trampas.
A mi no me dueles, pero lo más curioso, es que
nunca me has dolido. Eres como un viejo fantasma
que visita mi navío entre mares desbocados,
para asegurarme que a mi sí me queda una playa
y un horizonte.
Y así, en esta madrugada de momentos desordenados,
donde intuyo que la soledad
no tiene piedad de tu alma;
pasa el pasado ante mí, escarchado y macilento
imprimiendo una huella
que solo se leerá con certeza mañana.
*Rocío Pérez Crespo*
Hola Rocío, tus versos me tocan el alma, eres magnífica para describir situaciones tan desgarradoras pero con esas tildes de esperanza. Un abrazo y espero estés muy bien.
ResponderEliminarHola Patyca, bombón. Mil gracias tesoro, son agradables tu palabras y si se añaden que vienen de una poeta, pues entonces se hacen grandes. Un beso, belleza.
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