Sensata palabra que escucho de tu
boca realzando unos valores agónicos. Plañido de mil cruces y una senda
que ha marcado el ritmo de infortunio.
Ya no te acoplas a mi cuerpo
vibrante, ni siquiera das calor a mi lecho. Mis pechos se yerguen sofocantes
buscando otras manos, otros anhelos.
Decae la luz de las luciérnagas,
aquellas que bañaron con sus reflejos la piel de tu espalda, las yemas nacaradas del recuerdo.
Ya no queda nada por descubrir en
ti, lo que queda expuesto es un despojo barato de lo fue en su momento otras
causas, otros motivos, otros aciertos.
Se consumió la pasión como las
velas del cementerio.
Tardo, has sido tardo en darte
cuenta de tantas cosas. Ahora las mañanas despiertan solas sin tu presencia. No
quedan ocasos, ni tampoco limpieza y la única palabra dicha a la cara, llega
como tú…tardía, vacua y abigarrada sin una gota de esencia.
Tartamudeas…
Hueles a tiempo, a demasiado tiempo.
*Rocío Pérez Crespo*
Me quedo con ese final, con ese increíble final: "Hueles a tiempo, a demasiado tiempo." Denso, hermoso y doloroso.
ResponderEliminarUn besazo, querida Rocío.
Pues todo tuyo.
ResponderEliminarMás gracias por tu presencia y, otro beso grande.