En un mundo carente
de valores, camino como un fantasma intentando encontrar la primera parte de
todo.
Observo los rostros
que se pasean por mi lado, en sus ojos no hay verdad ni mentira, son mascaras
blancas de miradas vacías y bocas vehementes que gritan desde el anonimato el
propio ego que los consume.
No encuentro
belleza en la mañana, no veo la luz del sol, solo un calor sofocante que
despierta el olor a mierda acumulada en
las calles. El vómito del borracho, el esputo del enfermo, el temor del
cobarde, la sonrisa de medio lado del hipócrita.
Los árboles gritan
desde sus raíces, escupen al viento su azote.
En la noche las
caretas caen al suelo sin reflejos de luna, las almas disolutas se comportan
como animales. Se cierran las ventanas, se atrancan las puertas Se rompe el
círculo escapando por su diámetro unas lágrimas muertas que roban al espacio
calor.
Somos presos sentados en sofás estampados con flores, conscientes de un
lavado cerebral, de frases subliminales que hurtan el aliento libre en las
bocas abiertas de estupor. No abruma el
dolor, ni la sangre, ni las balas de los fusiles que braman avariciosos de
carne, ni los sesos infantes desparramados en la calle.
La lluvia ya no es añorada, nada tiene que ofrecer, si
acaso la desgracia de su masa levantándose contra el hombre. El mismo hombre
que debajo de su insensatez cierra los parpados para no ver.
No hallo la primera
parte de nada…
La visión global
quedó obsoleta, como el niño famélico esperando su muerte, apostado en
cualquier ruina y como única compañía,
un ave carroñera en eterna espera para alimentar sus plumas.
Las tetas de las
madres agonizan secas de vida, y en la misma estopa donde cae una gota de leche
agria, se cuaja la cruz que avala, las entrañas satisfechas de granas que lamen
dentaduras limpias.
El otoño es un
angosto pasillo de herrumbre que le da paso a un invierno perpetuo, ni blanco
ni negro, es solo un tramo congelado que no volverá a ver jamás el térmico aire
de ninguna primavera. Porque las mariposas ya no vuelan…
Se comunican sin
voz, en una soledad absoluta, con las retinas consumidas ante una pantalla
rígida, intentado atrapar en la distancia lo mismo que tienen en la cercanía y que rechazan en pos de una nueva sensación
que aporte un algo de color, a las tediosas venas que los circundan.
Rompen las arrugas
de los sabios, recluyendo sus huesos en paredes desnudas de afectos, sin
responsabilidad, sin apego…se deja morir lo auténtico.
El amor se mide con
cuentas bancarias, la belleza en tallas, el beso se paga con visa platino, el verso
estorba porque es gratuito, las plumas se pisan para no interrumpir la prisa de
unos pies que no saben para donde van. Los oídos se tapan para dejar espacio a
un eco sordo que trae presagios de muerte. La mentira gana partida enarbolando
una bandera sin mástil, la verdad es solo una memoria enclaustrada en los pozos
negros del pretérito.
No encuentro la
primera parte de nada, pero sí, el último capitulo de todo…sí, el final de un puente roto.
*Rocío Pérez
Crespo*
*Derechos reservados*
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