¿Cuánto tiempo hace que no te
veo?, creo que meses. Aunque tengo que reconocer que dejar de verte no ha
implicado olvidarme de ti.
Estás guapo, creo que te sienta
bien ese tono beige de la chaqueta, o quizá sea las cuatro canas que te has
teñido ¡presumido! ¿Creías que no me iba a dar cuenta? Ya me conoces, soy una
observadora nata. Oye ¿No será la crisis
de los cincuenta? Bueno, sea como fuere me alegra verte tan bien conservado,
siempre da gusto percatarse de los buenos cambios, a decir eso de… no está mal,
y pensar: ¡madre del amor hermoso que cosa más rara de hombre, se parece a la rana Gustavo pero en feo! Está “complicao” de
mirar, pero vamos, “mu complicao”…
Vale, vale…Ya me callo, deja de
fruncir el ceño que no está la economía para botox.
Aunque el tema que me trae hoy
aquí es más viejo que el mismo mundo, me ha producido un azogue desmesurado la
conversación que he mantenido esta mañana con mi amiga Lea, mientras
engullíamos sin ningún cargo de conciencia, una docena de churros con sendas
tazas de chocolate bien espeso y caliente.
Mañana ya contaré calorías…
Verás, te pongo en situación:
Carmela, una de tantas amigas de
las que te hablo –no sé si la recuerdas- sí, la recuerdas, pues esa. Carmela.
Bien. Me ha contado Lea que está liada con un hombre casado y que su vida es
una auténtica maravilla de sensaciones. Después de escuchar la historia, las
amabilidades y las glorias de tan compleja pareja, nos hemos metido en un
debate del cual, creo, que no he sido comprendida del todo, y claro,
conociéndome, pues me ha creado cierta sensación de ansiedad. Por eso he
venido, para que me la quites.
Pienso, y así lo he expuesto, que
no hay romance que merezca que una persona hipoteque su vida, a lo que Lea se
ha opuesto por completo, argumentando que si ellos son felices y se
complementan, lo demás, sobra.
¿Pero qué sobra?
Tener una relación con un hombre
casado, es no tener nada. Mantener las manos vacías, no tener futuro y joderte
la existencia. Porque una cosa está clara, ninguno deja a su mujer y, si eso no
es capaz de saberlo Carmela, lastima le tengo.
¿Qué le puede ofrecer ese hombre?
¿Un polvo en una habitación de hotel como si fueran delincuentes mirando por
encima del hombro a ver cuando son pillados con las manos en…la masa? Porque
desde luego un paseo romántico cogidos de la mano a las doce del día de un
domingo primaveral, como que no. Una cena en cualquier festividad que marque
calendario: tampoco. Ir al cine a ver el estreno de la última de Barden: menos
todavía. Tomar un café en cualquier terraza: ni de coña. Estar cuando lo
necesitas: si su mujer, sus hijos, suegra, madre y la vecina del segundo, no lo
reclama y encuentra alguna excusa: puede, pero lo más seguro es que se las
tenga que comer ella sola.
¿Dónde encuentra entonces el mar
de sensaciones? ¿En el polvo que le ofrece un día por quincena? ¿Dónde? Yo no
lo entiendo.
Hipoteca su vida en pos de un
nada, cerrando las puertas a posibles relaciones estables solo por… ¿qué?
Como siempre me ocurre, me he
sentido antigua con mis argumentos, que más que argumentos, son creencias y,
eso es lo que me ha provocado esa sensación de ansiedad que me ha traído hasta
aquí.
Lea se ha pasado media mañana
apoyando a Carmela y tirando mis explicaciones por tierra hasta llegar a la
conclusión en voz alta y sin cortarse un pelo, que me parezco a Doña Rogelia,
solo me falta el pañuelo negro, la toquilla y que la “napia” se me haga curva.
Por lo demás, un maldito retrato.
¿De verdad soy tan extraña? ¿O
será que adoro demasiado mi libertad para andarme con malos rollos? No…Es más
bien el espíritu romántico que me habita el que me dicta pensar así.
Yo soy transparente. Si tengo una
relación, no solo la vivo y la disfruto, también la comparto con mis amigos y
familiares. Es tan mía, tan propia, que si tengo que darle un beso (porque así
me nace) a las doce de la mañana en plena procesión de Viernes Santo, se lo doy
y me quedo más ancha que larga. O tacarle el culo en plena calle mayor, ea, que
“pa” eso es mío. Y quién quiera mirar, que mire…
Siendo así, no comprendo esas
situaciones y muchos menos que en ellas encuentren un atisbo de felicidad. A
los postres, Carmela sigue estando sola, quitando esa hora que puede pasar con
él en plan furtivo.
No le veo el romanticismo y mucho
menos la estabilidad por ninguna parte, eso sin contar que estas siendo
participe de una cornamenta. Pero francamente eso es lo de menos. Así de claro.
Lo de más, es la compleja historia que está tejiendo, una historia con dos
protagonistas pero que en realidad uno de ellos no existe. No duerme a su lado,
no come en su mesa, no se sienta en su sofá, no ve la tele rebozado entre sus
cojines favoritos, no comparte sus problemas, sus miedos; no la acompaña al médico, no nada. Nada de
nada y por más que sumes sigue saliendo, nada. Solo hay una ventaja en todo
esto, no conoce el olor de sus pedos. Algo es algo ¡mira tú!
¿Soy antigua? ¿Retrograda?
¿Gilipollas? Pues igual sí, pero no voy a dejar de ser yo, por tener ideas
colectivas.
Ahora, hagamos un experimento…Es
sencillo ¿te apetece? Bien, vamos a
ello.
Cierra los ojos y relájate, tú
mejor que nadie sabe hacerlo…
Estás enamorado, de esa mujer que
no te pertenece, hasta las trancas, esa que solo puedes ver de uvas a brevas y
que te regala el cielo cada vez que la tocas. Ha sido un día largo y cansado, de
esos que prefieres olvidar. Después de una cena liguera que casi te obligas a
ingerir y una ducha para quitarte de encima la porquería acumulada, te metes en
la cama y, para dormirte, evocas a la damisela (yo evoco al caballero, no te
preocupes. Y como tengo una imaginación de proporciones industriales, me voy a
quedar con Cloney, puesto a elegir yo apunto alto, ea) bueno a lo que voy…, sientes
como te toca, como te besa, como te desea. Las palabras que te susurra o
sencillamente como pronuncia tu nombre cuando vuestros cuerpos se encuentran en
un lindo nudo.
Te sientes renacer. La adoras…
De pronto cuando el deseo está en el punto álguido, cambia la escena. Ya conoces como funciona el cerebro, es
totalmente realista el “mu” “jodio”.
Ahora la ves en su cama, con su
pareja al lado, rozándose los pies, quizá besándolo como te besa a ti,
acariciándolo como lo hace contigo, pronunciado su nombre con la misma dulzura.
Estan haciendo el amor y sus manos, tocan su espalda con la misma suavidad que
toca la tuya.
Y después, abrazada a su torso,
se queda durmiendo como ha sido su
costumbre.
Es su cama, su casa, su olor, su
compenetración, su vida…Una vida que tú no conoces, que no te perteneces. Miles
de historias, de secretos, de miradas calladas que tienen su significado y tú
jamás conocerás…por la sencilla razón que no existes. Tu nombre, tu identidad
están camufladas, perdidas por esos recovecos donde los secretos tienen su
casa.
Tú no existes, Froid, solo eres una espita en su rutina, nada más.
Únicamente te queda, espantar esos pensamientos para poder dormir con un poco
de paz después del largo día.
Mañana cuando el despertador
suene, te levantas solo, te remueves si acaso un algo de café con una leche que
te sabe a coco y haces y resuelves tú
día, tus días…solo, en una eterna espera, porque tú si estás enamorado. Y
aunque parezca una ironía, compartiendo con su legítimo a la mujer que quieres.
……………(silencio)………
- ¿Qué sientes? ¿Cómo te sientes?
Dímelo…
- ¡Coño! ¡Joder!
- Eso mismo digo yo… ¡coño! “Pa”
que luego me llamen “desfasá”
En fin, que la vida es más
sencilla que todo esto. Siempre seré de la opinión que no hay nada más
gratificante, que vivir tu relación, sea la que sea, con toda la tranquilidad y
la transparencia del mundo mundial.
Bueno, ya me he aliviado y,
viendo tu cara de susto después del experimento, creo que no necesito nada más.
Me voy, espero no tardar tanto en volver, que lo sepas.
¿Te has dado cuenta de una cosa?
Hoy ha sido el psicólogo quien ha sido examinado.
Hasta pronto, chato y, quítame
esa cara de…Just for men.
¡Ains, pecador!
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
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