No eres testigo de este escombro
vencido que tiende a tiritar bajo un sol abrasador. Ni ves más allá de tus
narices el hambre y la muerte que rodea a este mundo de mucha palabrería y poca
acción.
Pasas por la vida recreándote en
tu propia vida, ajeno a la vida que sostienen otras vidas. No merece la pena
romper los esquemas, ni gritar desde las tripas las justas justicias que nos pertenecen a todos.
Dices que amas ¿pero qué amas?
Dices que sientes ¿pero qué
sientes?
En un orbe donde impera la
hipocresía y la biblia es la mentira del creyente. La traición se permuta por
honestidad y, la bondad por el insulto
sagrado. Imágenes en andas de unos pecadores, tan altivos y sofocados, que
escupen al necesitado y ofrecen flores a un inerte palo vestido con rasos.
Humanos en balanzas tasados a golpe de desprecios lo que valen por lo que poseen. El idioma, la
raza, el color de la piel. La medida, la altura, la etiqueta favorecida en pos
de un estatus que nada tiene que ver con el valor y la humildad de una gente
que crece sin estados, que son esclavos de sus pensamientos y, sumisos ante su maltratador.
Lo que no sirve se tira ya sea un
mueble o un hijo. El todo vale se etiqueta en los mostradores, en las mesas de
los profesores, en los confesionarios de las catedrales, en la diligencia de una nación….estúpidos
miserable que no saben leer, ni escuchar, ni hablar. Solo emiten sonidos
clonados. Como un eco intenso…el hambre gana la batalla, el mundo se
pudre.
Me he convertido en un cautivo,
sin bálsamo ni restauración…propietario de mi soledad y de mis pensamientos.
Soy libre…
*Rocío Pérez Crespo*
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