De cuando en cuando, el arrebol me produce ese algo etéreo, que se cuela y me defiende sin
elocuencias ni desenlaces, como si de pronto el cielo y yo tuviéramos un
efímero momento de epifanía. La iridiscencia que se crea ante las retinas, no
se parece a las pompas de jabón que escupen los niños con sus juegos; ni
siquiera se acerca a esas tardes donde la primavera deja con su color las aguas
frescas. No. Es más intenso y mucho más
inefable.
De cuando en cuando, el ababol de
tus mejillas me produce ese canto de acordes, que deja al descubierto la flor
perpetua que acompaña a los sueños, inmarcesible como la propia esperanza y
serenamente hermosa…y es en esos momentos, donde soy capaz de volver a
contemplar, a través de tus ojos, ese cielo cargado de vida que me postula y me
hace eterna…
*Rocío Pérez Crespo*
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