Me acuné en tus versos, mimando
cada palabra con caricias de algodón, rompiendo esquemas que eran quebrantos en
el alma, partiendo en dos el liviano sonido de la voz. Y tú, encaprichado del
verbo fácil, insinuante composición, pateas de forma tajante los bellos cantos
que te salen del corazón.
No es necesario correr tanto, ni
delante ni detrás de la musa que te embelesa con toques de tambor…Lo justo es
dejar la letra impresa con la misma constancia que tu pluma te enseñó.
Será que la primavera dura solo
un segundo o, quizá, que los cerezos no dan el suficiente sabor. Buscando en
otros valles aquellos gratos instantes de luz de sol, revientas las margaritas
que te sirvieron de colchón. Ahora, si miras al cielo te darás cuenta que no
tiene color, que la bruma se ha tragado a la luna dejando una estela de dolor.
Te di la mano, acompañé tus
pasos, escuché al mar bravo romper contra el atolón…soporté huracanes, los
siete vientos y también tu provocación. Pero seguí adelante, marcando errante
el tiempo de los dos…Hasta que al final, un trozo de mi piel se quedó en tus
versos, una ternura dormida en el viejo
saxofón. Y mis ojos, cansados de mirar insolentes quimeras, se cierran
voluntarios ante un universo de soledad.
*Rocío Pérez Crespo*
b9
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