Vomitas sobre mi nombre como si
no importase. Nutriendo a tu razón con un alimento que parece fresco y
apetecible, pero que al chocar contra tu masa, se descompone, llenándolo de
larvas y viscosa baba que pudre.
No existe memoria en el
calendario y, memoria es en lo cotidiano,
renunciando a un pasado que sin embargo regurgitas a cada rato,
masticando el fétido sabor del engaño hasta sentir tus venas colmarse de peste
negra.
Callo. Y el silencio entumece mi
conciencia.
Grito, imploro y las lágrimas
invaden las tripas hasta levantar la nausea.
Llegará tu voz en la mañana de un
futuro abrupto; el perdón reflejará las ansias y esa alma atormentada relajará
sus alas. Mas no encontrará benevolencia en los huesos que castigaste, en el
corazón que no valoraste…
Te quedarás con la carga y si
acaso te fallan las ganas, no preguntes por qué te vuelvo la cara.
Un millón de horas atesoran los
juramentos escupidos sobre la tumba de
mis muertos y, en los oídos sordos de
tus ancestros.
*Rocío Pérez Crespo*
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