“Si fuera más guapa y un poco más lista, si fuera especial, si fuera de
revista…”
Tumbada en la cama, con los ojos
clavados en un techo poco blanco, la canción se repite en su cabeza una y otra
vez. Piensa que nunca una letra con música había logrado definir sus
inseguridades con tanta precisión, aunque, también comprende, que si alguien la
ha escrito, es que no es solo una percepción suya, sino de un colectivo.
Más gente se siente como ella…pequeñita,
chiquita, brutalmente ridícula.
La casa huele a tristeza, tiene
ese olor rancio que se mete hasta en las tripas descomponiendo la seguridad
hasta hacerla picadillo; las sábanas emanan soledad, una soledad espesa que atrapa y
calcina y, la razón, se desdobla entre lo real y la utopía cargando su lagrimal
hasta hacerlo reventar.
Se da la vuelta hacia la derecha,
reposando su mirada en el haz de luz que entra a través de la persiana y, hace
brillar, como pequeños diamantes, algo tan vulgar como el polvo en suspensión.
El nórdico, lleno de margaritas y mariposas,
envuelve su cuerpo recogiendo el calor de toda una noche; la almohada
conforta la cabeza con una tibieza extrema. Se encuentra bien abrigada por las
plumas, pero tremendamente helada en su interior.
“Tendría
el valor de cruzar el vagón y preguntarte quién eres…”
La vida es injusta, no tiene
equilibrio…Es algo bien sabido por todos los humanos. Tarde o temprano, todos
sentís una patada en la boca del estómago que os deja sin aire y retorcidos.
Donde falta nunca llega, donde
sobra no se aprecia. En todos los ámbitos de la vida.
Se levanta de la cama sin ganas,
con un peso en el pecho y los remordimientos de los excesos golpeando la moral.
No sabe decir que no…
El vino barato todavía corre por
sus venas y, la eyaculación de no sabe quién, la tiene apergaminada entre los
muslos. No recuerda la cara del hombre
que la invitó a cenar, la colmó de gratitud,
la besó tan dulcemente que se sintió la reina de un cuento de hadas, la folló con tanta pasión que se convirtió en
la diosa perversa que todos desean tener en la cama. Lujuria, derroche,
humedad, sudor…oscuridad.
Siente asco cuando se mira en el
espejo. Treinta años de mierda suspendidos en una sola decisión. Treinta años
esperando que alguien la quiera.
Pero ese alguien no es el tío que
estuvo anoche en su cama, ni el de la semana pasada, ni el de la otra anterior.
Hombres que después de follar, se visten
y salen corriendo con la faena cumplida, despidiéndose con una espalda
vestida. Hombres que no se acuerdan de ella dos segundos después de “correrse”.
Entes que entran y salen, dejando la mancha
de su esencia en una piel que exuda carencia y un aliento que apesta a alcohol.
Ese alguien no existe, es solo una puta fantasía creada por la necesidad. Soy yo mismo, disfrazando la
realidad licenciosa con mascaras de posibles.
Ella lo sabe y me permite seguir,
en lugar de enfrentarse a mí…
Continuará....
Rocío Pérez Crespo
No hay comentarios:
Publicar un comentario