sábado, 30 de noviembre de 2013

SI ALGUNA VEZ LA VES...





Si hubieras visto con mis ojos,
el color macilento de una piel,
el viento frío arrancando un alma,
un cuerpo yermo de savia.

Comprenderías entonces el por qué
de la incapacidad que me sostiene
al mirar la rosa muerta, ya carente de magia
o del sonido impertinente de la lluvia en la ventana.

Porque yo la vi, la vi entrar esa mañana,
proyectando su sombra en los recuerdos,
desnudando mi cuerpo sin quitarme la ropa,
trocando un sol de junio por la luna más larga.

Y no le importó nada, créetelo, nada...
Crecía con cada grano de arena
que caía imparable contra el bulbo,
se hizo tan grande que lleno la casa.

La cargó de miedo, de pena,
de dolor, de desesperanza,
de flores yertas, de sabor a lágrimas,
de un vacío infinito que rompió el alba.

Ya nada fue como antes. Ni la risa, ni la aurora,
ni los domingos en la cama. Ni las nochebuenas
de panderetas, ni las Navidades de verdes y escarlatas,
ni tan siquiera el olor con que bañaba su cara.

En el momento que abandonó la estancia
entendí que la soledad más absoluta
nada tiene que ver con la soledad imaginada, sino más bien,
con lo que se esconde detrás de una sencilla lapida.

Si alguna vez la ves, si alguna vez la ves…


*Rocío Pérez Crespo*








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