Quizá no encuentre un mañana y,
mi conciencia, quede relegada a un pretérito desdeñoso donde unas manos tocaban
el rizo blanco de mi vientre. En el estremecimiento de un goce cálido que se
filtraba entre las piernas, recordándome la parte de mujer sensitiva abierta a
una piel.
Posiblemente, mis ojos, se queden
fijos en las letras grabadas por los constructores del mundo sin comprender su
mensaje o, en el minúsculo brillo de una mota de polvo tocada por el sol.
Qué más da…
Si en el silencio férreo de la
soledad, me desdoblo y me pierdo como el humo del cigarro que se consume
lentamente en el cenicero.
*Rocío Pérez Crespo*
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