jueves, 24 de enero de 2013

EN EL VALLE...





Me hablas desde los silencios, rodeando mi sentido con  palabras vestidas de muda voz, tan claras y contundentes que atraviesan los espacios hasta instalarse en la razón.
Entiendo tu postura, los pasos por la senda que recorre tu vida, las circunstancias que obligan a quedarse en una sencilla meta de calor. Mariposas danzando al ritmo de una vieja guitarra que acompaña a tu plática con la letra de una canción, reconfortando los anhelos, mitigando a  la desazón.
No soy, ni eres, aunque seguimos siendo las dos…
No se abren ventanas a prados verdes, ni se cierran puertas dejando a un cielo azul a expensas de una negación, sino a una afirmación que mece un viento tibio, hasta los rincones de la conciencia dotándolos de una mundana sumisión.
Escucho tu silente verbo acariciando con las retinas la alegría de tu corazón, dejando que sanes mis heridas, con la infinita gracia de esa devoción que nace en las entrañas anacoretas de una paz que huele a hierba y se rodea de la suave niebla que lleva implícita la ensoñación.

*Rocío Pérez Crespo*

Desde la cuarta planta (oncología) del hospital de día de la Arrixaca, se adivina entre los pinos y la genista La Ermita de la Luz.  

2 comentarios:

  1. ¡qué final! ¡qué final!
    una prosa maravillosa
    saludos

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  2. Muchas gracias, Omar, por estar siempre en mis letras, apoyando incansable con tus comentarios.
    Amigo...besos de corazon.

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