Me hablas desde los silencios,
rodeando mi sentido con palabras
vestidas de muda voz, tan claras y contundentes que atraviesan los espacios
hasta instalarse en la razón.
Entiendo tu postura, los pasos
por la senda que recorre tu vida, las circunstancias que obligan a quedarse en
una sencilla meta de calor. Mariposas danzando al ritmo de una vieja guitarra
que acompaña a tu plática con la letra de una canción, reconfortando los
anhelos, mitigando a la desazón.
No soy, ni eres, aunque seguimos
siendo las dos…
No se abren ventanas a prados
verdes, ni se cierran puertas dejando a un cielo azul a expensas de una negación,
sino a una afirmación que mece un viento tibio, hasta los rincones de la
conciencia dotándolos de una mundana sumisión.
Escucho tu silente verbo
acariciando con las retinas la alegría de tu corazón, dejando que sanes mis
heridas, con la infinita gracia de esa devoción que nace en las entrañas
anacoretas de una paz que huele a hierba y se rodea de la suave niebla que
lleva implícita la ensoñación.
*Rocío Pérez Crespo*
Desde la cuarta planta (oncología)
del hospital de día de la
Arrixaca , se adivina entre los pinos y la genista La Ermita de la Luz.
¡qué final! ¡qué final!
ResponderEliminaruna prosa maravillosa
saludos
Muchas gracias, Omar, por estar siempre en mis letras, apoyando incansable con tus comentarios.
ResponderEliminarAmigo...besos de corazon.